La estampa de la mujer deltana


Gladysmar Cabrera

Por Eduardo Pátriz
Fotografía: Alexandro Mendoza
Maquillaje: David Meléndez





Vivir rodeada de selva deltaica le da a la mujer de estos lados un ímpetu y una personalidad exótica.  La mujer deltana ama las aguas del Orinoco, con sus profundidades, ama la historia local, que se refleja en sus estructuras, en sus calles y recovecos; y la mujer deltana se ama a sí misma como ser líquido que fluye y se transforma. 
Gladysmar Cabrera fue el lienzo de David Meléndez que trabajo sus curvas y su belleza para reflejar en su piel, la tenacidad propia del nativo del Delta.  Esta belleza de 30 años de edad se define como decidida y extrovertida, estudió aviación en el estado Bolívar y hoy en día se dedica a su propio negocio.  Se confiesa fanática del Delta y sus caños, y admira la catedral. Ama patinar, coleccionar zapatos y sueña con un mundo más ordenado donde exista el respeto hacia el prójimo.












DELTA AMACURO



Donde el Orinoco entrega sus cuentas 
al océano  Atlántico
Por Manuel Martínez


  Delta Amacuro, delta del Río Padre, en cuyas costas - como dijo en su novela “Canaima” Don Rómulo Gallegos – “Donde el Orinoco entrega sus cuentas al océano Atlántico”. Es también el portal del Ecoturismo en Venezuela.

     Sus centenares de caños, mejor dicho, las comunidades indígenas asentadas en sus riberas, la mayoría de ellas desde tiempos precolombinos, ofrecen a quienes se aventuran a conocerlas, la gran oportunidad de sentir las ancestrales y milenarias costumbres, ritos y habilidades artísticas de sus primigenios habitantes, los hombres y las  mujeres del agua;  Los Waraos, quienes a pesar de los intentos, muchas veces violentos, otros sutiles, para transculturizarlos y desprenderles sus creencias y, aunque, los científicos dicen que han aceptado otras religiones, estos no han dejado de mantener su fe en Jevu, su Dios espiritual.

     Los waraos, tampoco han podido ni querido, despegarse ni alejarse de su gran Dios vegetal, quien les cubre y soluciona muchas de sus necesidades personales, como lo es EL MORICHE. Entre ese Dios vegetal y los hombres y mujeres waraos, existe una simbiosis indisoluble.  Donde hay plantaciones de la palma, hay una comunidad warao.

     El Moriche  para ellos es morada y cobijo, pan para el cuerpo y la materia prima que les permite desarrollar su creatividad, convertida en excelsas y bellas obras artísticas, hechas con mucha paciencia y esa habilidad artesanal, que le ha merecido  reconocimiento dentro y fuera de las fronteras nacionales donde han sido exhibidas y adquiridas por conocedores de arte.

     Delta Amacuro ofrece a los degustadores de historias épicas, aventuras de los filibusteros y piratas quienes en los siglos XV y XVI, con sus patentes de corsos otorgados por reyes más ávidos que los mismos bucaneros, historias de grandes  riquezas y tesoros encontrados en el fondo del mar Caribe, perlas y ostras, y minerales del subsuelo, oro, diamante, plata y otros, que requerían protección contra las incursiones de los corsarios, entre ellos los muy famosos Sir Walter Raleigh, Francis Drake, ingleses, franceses, holandeses y de otras nacionalidades europeas.  Escritores de ese tipo de aventuras, aseguran que en aguas deltanas, fue muerto un hijo de Francis Drake, cuestión que influyó en la decisión del pirata de retirarse de estas actividades.
     Con ese objetivo, proteger las riquezas obtenidas en nuestro suelo  fueron construidos, en esos siglos y en tierras, hoy de Delta Amacuro, castillos fortificados, con cañones y otras armas, como son Los Castillos de Guayana, a los cuales los turistas pueden acceder y conocer por vía acuática, aguas del Orinoco y por vía terrestre - ubicados en el municipio Casacoima.

     En lo referente a las potencialidades que Delta Amacuro ofrece a  los interesados en el desarrollo agro-económico, están sus ubérrimas tierras poseedoras del mejor recurso para su explotación, El AGUA.

     De todos es conocido que la Neo colonización de Delta Amacuro, hasta muy avanzado el Siglo XX, sentó sus bases en la producción agrícola, donde los rubros  Cacao, Café, Maíz cruzaron fronteras nacionales y adquirieron fama en el mundo comercial e industrial del Chocolate.

     Se recuerdan  las casas comerciales Rojas Hermanos, Hermanos Rodulfo, Luis Eduardo Freites & Cia, Joaquín Marcano, Hermanos Guevara, Fernando Soto, Hermanos Villarroel y otras que asentadas en calle Manamo, a  orillas del segundo caño del Orinoco, del mismo nombre, tenían sus muelles en los cuales estaban surtos balandras, tres puños y otras embarcaciones, las cuales recibían, ávidamente, de los hombros y espaldas de sudorosos trabajadores - en su mayoría marinos margariteños y costeños provenientes de pueblos del Golfo de Paria - millones de granos de café y cacao, contenidos en sacos con los nombres de las casas antes citadas, los cuales desde las dulces aguas del Orinoco, eran transportadas, a través de las saladas aguas marítimas del Mar Caribe, Golfo de México y Océano Atlántico, a muelles nacionales y extranjeros de ciudades donde en avanzadas, para la época, estaban las procesadoras de esos productos que se cosechaban en tierras deltanas.
     También se recuerda la “playa” de Tucupita, que tuvo una exclusiva conformación que en lugar de arena estaba por las millones de millones conchas de granos de arroz cosechado en las comunidades ribereñas del Delta del Orinoco. Esas y otras bondades naturales están asentadas en obras de insignes escritores, nativos y venidos al Delta, o Los Caños, entre quienes destaca el recientemente desaparecido físicamente, Cruz José Marín Rodríguez.

     Huellas tu Guía es un nuevo Portal de Delta Amacuro, el cual pretende y aspira mostrar, a todas aquellas personas interesadas en conocer las bondades de nuestra región y desde estas páginas, les damos la más cordial y efusiva de las bienvenidas.

Bienvenido y por favor, 
deja tu HUELLA
en Delta Amacuro.

El Pueblo “Guarao” o Warao




EL PUEBLO GUARAO
 Lcdo. (Msc) Pedro Martínez
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El pueblo guarao pide reconocimiento pleno, como venezolanos
 que son; y, a la vez, respeto por sus diferencias...
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No es fácil apreciar una sonrisa más amplia y limpia que la de los niños guaraos. Ellos, y sus padres, y sus abuelos, acostumbraron sus pieles a la lluvia y al río, al sol y a la selva infinita. Y el corazón, a la armonía, al buen con-vivir, a la alegría profunda de las cosas simples, a la suave disciplina emanada de sus mitos ancestrales.
Hoy podemos ver al guarao en varias ciudades de Venezuela, unas veces encandilados -y rechazados-   por el brillo fácil del desarrollo, otras ejerciendo como serios profesionales en las distintas ramas del saber.
Pero su tierra querida, su hogar primero, la niña de sus ojos está en “los caños”, las mil y una aperturas del Orinoco en sus barruntos de mar.  El lugar donde las curiaritas se deslizan al amanecer sobre las aguas negras y brillantes de escondidos cañitos; el lugar de extensos morichales, de los que el guarao saca sustento para sus hijos, herramientas para el trabajo, fibras para su arte; lugar cercano a las costas marítimas, a donde se desplaza para ese gran encuentro de las comunidades y regocijo del paladar que es “la fiesta del cangrejo”, en las lunas menguantes de agosto y septiembre; refugio para sus antepasados; morada de sus jebu o espíritus; vida en abundancia, tierra para el descanso definitivo.
Algunos estudios dan más de 8.000 años de antigüedad a la presencia de los guaraos en el delta del Orinoco. Hoy cuentan con una población de más de 30.000, el segundo pueblo indígena más numeroso de Venezuela, después de los wayú. “Guarao” o warao parace provenir de las palabras waja-arao: “habitantes de las tierras bajas del Delta, de los caños”, frente al “jotarao” (jota-arao), que es el poblador de las tierras altas, como designan al resto de los venezolanos. Han sabido mantener su idioma con orgullo y esmero; no se le ha encontrado parentesco con ninguna otra lengua conocida, por eso se le suele caracterizar como independiente, aunque es probable que estuviera relacionado con alguno de los idiomas que se hablaban en las islas del Caribe antes de la llegada de los conquistadores europeos. Ha sido objeto de muchos estudios y motivo de deslumbramiento para lingüistas y poetas; no es para menos, cuando al amigo lo llaman maraisa (mi otro), al compañero de pesca, de trabajo o de conversa ma muaraisa (mi otro ojo), y abrir un libro es “hacer que brille” (karata emurakitane).
El pueblo guarao pide reconocimiento pleno, como venezolanos que son; y, a la vez, respeto por sus diferencias, por su cultura y sus tierras. Mejor atención médica para sus niños, mujeres embarazadas y ancianos; demarcación de las tierras colectivas que han habitado ellos y sus antepasados; escuelas pensadas desde la interculturalidad; saberse respetados en su ser pescador, su ser campesino, en sus prácticas medicinales y religiosas, en la sabiduría que destilan las narraciones de sus abuelos.
Si usted viene al Delta Amacuro y tiene la posibilidad de acercarse a las tierras del guarao, hágalo con el cuidado y la emoción con que se acerca a un buen libro, saboree despacio ese encuentro como si se tratara de un  vino generoso, hágalo con los pies descalzos, como Moisés ante la zarza ardiente, porque el terreno que pisa es sagrado.